La resiliencia, ¿se puede entrenar?

Seguro que en alguna ocasión has escuchado el término resiliencia, pero ¿en qué consiste?, ¿se nace resiliente o es algo que se puede aprender y entrenar? 

¿Cómo nace el concepto resiliencia en Psicología? 

El término resiliencia nació en el ámbito de la Física para describir la propiedad de los materiales que permite la recuperación de su forma o posición original después de ser sometidos a una fuerza de doblado, estiramiento o compresión (como un muelle, una goma elástica o un colchón). Poco después la Psicología adoptó el término aplicándolo a las personas y añadiendo algo más, la persona resiliente, tras un suceso traumático, no sólo se recupera, sino que, además, aprovecha la experiencia para salir fortalecido. 

¿Nacemos resilientes?

Existen estudios en el terreno de la genética que relacionan la resiliencia con un gen situado en el cromosoma 17 y la producción de serotonina, dependiendo de la estructura de dicho gen se segrega más o menos serotonina, lo que favorece el que seamos más o menos resilientes. Es un hecho comprobado por biólogos y genetistas que las personas resilientes segregan mayores cantidades de serotonina por la estructura de sus genes, por lo tanto, hay un componente biológico que puede facilitar el ser resiliente. El factor genético no es determinante en absoluto, ya que la producción de serotonina se puede estimular mediante una alimentación adecuada, relaciones personales satisfactorias, ejercicio físico, etc.

Pero el genético no es el único ni el más importante factor implicado en una actitud resiliente. Por su parte, en la década de los 70, sociólogos y psicólogos pusieron la mirada en los factores psicosociales y en el tipo de vínculo de apego adquirido en la primera infancia, y tras numerosos estudios concluyeron que el desarrollo de un vínculo de apego seguro es fundamental para desarrollar la resiliencia. 

Al igual que lo genético no es determinante para poder llegar a desarrollar una actitud resiliente, tampoco lo es el tipo de vínculo de apego que hayamos adquirido en la infancia. Aunque bien es cierto que ambos factores facilitan y predisponen, la resiliencia se puede aprender y entrenar. El solo hecho de encontrar una persona en tu camino en la que puedas confiar y confíe en ti, que comprenda tu dolor emocional y sienta tu autoestima dañada, que te anime a seguir intentándolo y te muestre nuevas perspectivas y posibilidades, ya es el primer paso para que, a pesar de haber vivido una infancia o un suceso traumático, puedas continuar tu camino con una actitud más resiliente.

La resiliencia y su importancia actual

El estrés crónico, la ansiedad y la depresión, tienen cada vez más incidencia en las poblaciones occidentales tanto en la infancia y adolescencia como en la vida adulta, siendo considerados los grandes males del siglo XXI. El exceso de cortisol que produce nuestro organismo en una situación de estrés crónico mantenido en el tiempo produce irritabilidad, cambios de humor, fatiga, dificulta el pensamiento asertivo, la creatividad y la proactividad, y afecta negativamente al sistema inmunológico estando relacionado directamente con enfermedades coronarias y gastrointestinales. Mantener una actitud resiliente, disminuye el estrés.

Resiliencia personal: principales rasgos de una persona resiliente

  • Toman las situaciones adversas, los contratiempos o problemas como un reto, un desafío, una oportunidad de superación, buscando soluciones de una manera creativa. No se rinden fácilmente.
  • Conocen sus capacidades y confían en su intuición. También son conscientes de sus limitaciones por lo que son capaces de marcarse metas realistas.
  • Toleran la frustración y la incertidumbre. Aceptan que hay circunstancias que no se pueden cambiar y se amoldan a ellas centrándose en lo que sí pueden hacer. A la vez asumen que el cambio forma parte de la vida en intentan adaptarse con flexibilidad.
  • Mantienen buenas relaciones personales contando con una red de apoyo emocional a la que recurren cuando lo necesitan.
  • Saben expresar sus emociones y entienden las de los demás con empatía.
  • Analizan las situaciones con objetividad teniendo en cuenta diferentes perspectivas.
  • Se enfocan en los aspectos positivos de las situaciones con optimismo realista.
  • Saben que los malos momentos no son eternos y buscan soluciones de manera proactiva.
  • Se enfocan en el presente, en el aquí y ahora, sin anclarse en el pasado ni vivir temerosos por el futuro. 
  • Son capaces de conservar el sentido del humor hasta en los peores momentos.

Algunos consejos para mejorar la resiliencia

Para tener una actitud resiliente primero tenemos que querer cambiar las actitudes que nos perjudican, y, además, convencernos de que somos capaces de hacerlo. Todo es cuestión de entrenamiento, paciencia y no darnos por vencidos. Todos somos capaces de sobreponernos a situaciones adversas, la firme decisión de poder hacerlo y llevarlo a la práctica, es lo que nos hace resilientes. 

Algunas de las cosas que puedes hacer:

  • Cuida tus relaciones. Quizá las relaciones que tienes no sean las que más te convienen, asegúrate que las personas de las que te rodeas te acepten, te valoren y te respeten, eso ayudará a que aumente tu autoestima, mejore tu autoconcepto y, lo más importante, podrás contar con apoyo al que recurrir cuando lo necesites.
  • Busca experiencias agradables para ti, momentos distendidos que te ayuden a desconectar y liberar tensión.
  • Cuídate, date lo que necesitas, lo que sabes que te viene bien. Las buenas compañías, la actividad física, una buena alimentación y suficiente descanso aumentarán tus niveles de serotonina.
  • Procura relativizar y ser objetivo, a veces damos demasiada importancia a cosas que no la tienen.
  • No busques culpables de lo que te ocurre, a veces simplemente las cosas pasan, aprende a aceptarlo e intenta dar la vuelta a la situación concentrándote en qué es lo que puedes hacer tú para mejorarla.
  • Prueba a aceptar los cambios con flexibilidad, intenta tomarlos como una oportunidad para aprender.
  • Busca soluciones creativas y realistas. Prueba caminos alternativos y diferentes modos de actuar.
  • Procura controlar tus emociones en lugar de esforzarte por controlar las situaciones.
  • Aunque te consideres una persona frágil o insegura, ve convenciéndote de que puedes superar los momentos difíciles y permite que aflore la fortaleza que hay en ti.
  • Practica Mindfulness, meditación o alguna otra técnica que te ayude a centrarte en el presente.
  • No dudes en buscar apoyo profesional si se te hace muy difícil cambiar esquemas demasiado arraigados, déjate ayudar.
 
Autora
Alicia Vargas Vilena
Maestra en educación infantil y terapeuta gestalt especialista en técnicas gestálticas aplicadas a la infancia.
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